viernes, 13 de abril de 2018

7 razones por las que los (timoratos) creativos deberían compartir sin miedo sus ideas

Cuando los creativos se ven en el brete de tener que compartir sus ideas con los demás, los sudores fríos recorren relampagueando sus entrañas y, acogotados por el miedo, se quedan a menudo completamente “mudos”.
Si quienes están sentados frente a ellos son directores creativos, planificadores o ejecutivos de cuentas, los creativos acaban dando voz a sus ideas (que son, al fin y al cabo, las les dan de comer y les llenan la cuenta corriente).


Sin embargo, pocos creativos se arriesgan a compartir sus propias ideas con otros creativos. En el celo con el que los creativos guardan (para sus adentros) las ideas emanadas de su mente influye una percepción: la de que las ideas son como tiernos e inocentes bebés a los que hay que proteger a toda costa de las puñaladas en forma de críticas que les aguardan en el exterior.
Tener miedo de compartir las ideas que bullen fragorosamente en las cabezas eternamente efervescentes de los creativos es un monumental error porque el temor es tremendamente poderoso y es capaz de hacer añicos la creatividad (la misma por la que tantísimo suspiran quienes se desenvuelven profesionalmente en el universo publicitario).
En un artículo publicado en Campaign Gabi Mostert enumera una serie de razones por que las que los creativos deberían impedir ser domeñados por el miedo y deberían compartir (generosamente) sus ideas con los demás:
1. Las ideas no son huevos
Uno no puede sentarse sobre las ideas, “empollarlas” y esperar a que eclosionen como si fueran huevos. Cuando los creativos dan voz a sus ideas y discuten sobre ellas con las demás, éstas no hacen sino enriquecerse y ganar en múltiples y ricos matices, que las harán más fáciles de vender cuando quien esté juzgándolas sea el cliente (que no se anda habitualmente con paños calientes).
2. Si no se comparten, las ideas se “pudren”
Compartir ideas es un intercambio totalmente natural que hace que la gente se sienta más valorada y se sienta también más tentada de compartir sus ideas con los demás. Cuando los creativos comparten sus ideas con otros colegas, se derriban barreras y se levantan los cimientos de valiosas relaciones que redundan en último término en beneficio de la creatividad.
3. La uniformidad es aburrida
Cuanto más heterogéneas sean las personas que posan sus ojos sobre una idea, más probabilidad habrá de que ésta llegue a buen puerto. Si a la hora de evaluar una idea, todo el mundo está de acuerdo y no hay debate, es muy probable que la idea de marras resulte ser una auténtica basura.
4. Las ideas van y vienen
Algunos creativos guardan bajo llave sus ideas porque están convencidos de que los demás pueden echarles el guante y afanárselas. Sin embargo, cuando a Walt Disney un productor rival le robó el personaje “Oswald The Lucky Rabbit”, el célebre animador no perdió el tiempo refunfuñando y lamentándose. Simplemente se puso a trabajar y de su portentoso lápiz emergió el carismático Mickey Mouse. Si un creativo tiene miedo de perder de sus ideas, quizás es porque no tiene demasiadas y tiene que abrirse más a los demás para fabricarlas de manera más abundante.
5. Es útil (y necesario) acribillar a preguntas a los demás
Las ideas merecen y deben ser puestas a prueba utilizando como “conejillos de indias” a todas las personas al alcance de quien las ha alumbrado: su madre, sus colegas e incluso los taxistas. Siendo expuestas a los ojos de los demás, las ideas (en bruto) son agasajadas con decenas de perspectivas nuevas que no hacen sino pulirlas.
6. Las ideas necesitan incubadoras
Para crecer y eventualmente salir del cascarón una idea necesita ser inyectada con múltiples visiones diferentes (huérfanas, a ser posible, de autoridad y de ego).
7. Un creativo no es sinónimo de su trabajo
Los creativos están a veces (por puro ego) muy apegados a sus propias ideas y por eso les cuesta liberarlas y compartirlas con los demás. Cuando las ideas se aderezan con una buena dosis de “feedback”, el foco cambia y está no tanto en la persona que las ha alumbrado las ideas en las ideas en sí (que son, al fin y al cabo, la más importante). Liberadas del yugo (a menudo egocéntrico) de su creador, las ideas están mejor preparadas para regatear la mediocridad.
Un artículo publicado en Marketing Directo y, recibido vía Vallebro.com

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